La canasta india del coronel Stodare
Aparecida en el "Diario de Tarragona", España, el 7 de septiembre de 1866.
"EL CORONEL STODARE
En este momento se habla mucho en Londres de un juego de prestidigitación que sobrepuja á todo lo que se ha visto hasta hoy en este género, y que verdaderamente tiene algo de maravilloso. Nos referimos al juego, ó a una suerte que se llama: La canasta india del coronel Stodare.
No puede imaginarse nada mas sorprendente, y los talentos mas ingeniosos, que buscan la solución de este enigma, se ven obligados a confesarse vencidos. He aquí los pormenores que da el coronel Stodare acerca de la manera con que un prestidigitador indio se valió para demostrarle el juego mas famoso de su repertorio.
—Sahibs, nos dice el anciano, me habéis visto poner en un instante a vuestros ojos un niño; ahora voy á hacer que desaparezca de la tierra ese niño.
Los espectadores se ordenan formando un circulo y se miran atentamente. Se trajo una cesta, la tomó y encerró en ella completamente a un niño.
Hecho esto exclamó el anciano.
—¿La canasta oprime tu cabeza?
La voz del niño respondió desde adentro:
—Sí, casi me aplasta.
— Pues bien, exclamó el anciano, húndete en tierra lo mas pronto que te sea posible, y no hagas esperar a los espectadores.
Algunos minutos después el joven volvió a decir:
—No puedo hundirme pronto, pues hay una piedra muy grande qué pone escollos á mi camino.
—Entonces, dijo el mágico, si dentro de dos minutos no desapareces, yo te mataré.
Este diálogo continuó de este modo: el joven se quejaba y el anciano se ponía cada vez mas irritado, lo que nos hizo decir:
Dejad salir á ese niño, pues no podréis hacer vuestro juego mientras estemos mirando.
Estas palabras aumentaron su cólera. Comenzó a jurar y á maldecir al niño recalcitrante, y declaró que nunca había sufrido la humillación de ver inutilizada su suerte. De pronto, antes que pudiésemos adivinar lo que iba á hacer, cogió una lanza acerada de uno dé los soldados y la hundió en la canasta, de la cual salieron gritos horribles y la sangre comenzó á correr sobre la arena. Continuó atravesando la canasta de parte a parte; los gritos seguían; la sangre salía a torrentes. Nosotros no sabíamos qué hacer, ignorando si la tragedia era verdadera ó simulada. Mandamos a nuestros aiarbs qué se apoderaran del anciano; pero ellos demostraron tener tanto miedo, que dos de los espectadores, saliendo del circulo, se adelantaron hasta llegar al lugar de la terrible escena. El asesino estaba de tal modo ocupado en su obra diabólica, que no se cuidaba de nosotros. Mi compañero le cogió por el pescuezo, yo derribé la canasta de un puntapié....¡Nadie había debajo de ella! Solo la tierra estaba cubierta de sangre. El viejo mágico luego que mi amigo le hubo soltado, nos dijo:
—Ya lo veis, yo he querido hacer que desaparezca este niño de la tierra, y como no quería obedecerme, le he hecho entrar por fuerza."